Porfirio Diaz


Porfirio Díaz, un héroe que creímos villano


La historia de México es un enigma, y por esta razón es que debemos aprender a leerla entrelíneas, estamos obligados a penetrar hasta lo más hondo en las líneas historiográficas de nuestro país. Si bien es cierto quePorfirio Díazfue un hombre que estuvo aferrado al poder durante cinco lustros, también es de suma importancia aclarar que es a este presidente a quien le debemos la modernización de México a finales del siglo XIX. Las líneas ferrocarrileras, las líneas telefónicas, de telégrafo, las inversiones extranjeras en México, la siderurgia, la extracción petrolera (que después nacionalizaría Cárdenas en 1938), la cultura, la educación y el progreso económico son algunas de las muchas cosas plausibles que se generaron durante los 35 años de gobierno porfirista en México.

Durante el Porfiriato existieron grandes boquetes sociales que sufrieron las consecuencias de aquella filosofía de “orden, paz y progreso” instaurada por el General Díaz.

Es bien sabido que, durante el Porfiriato, gran parte de la población mexicana era analfabeta y vivía en la marginación. Lo que los historiadores y los izquierdistas mexicanos no le perdonan a Díaz fue la fascinación por la cultura francesa, el arte extranjero, los lujos del habitante del Castillo de Chapultepec y su apego a la tecnología norteamericana (Su amistad con Thomas Alba Edison). Mientras la pobreza se incrementaba, poco a poco, el presidente y la clase social alta se daban la libertad de construir un teatro-ópera de pisos de mármol para entretener a la nobleza porfiriana.

Porfirio Díaz nació en Oaxaca el 15 de septiembre de 1830. De origen criollo, llevaba en las venas sangre mixteca. Fue el sexto de siete hijos. Su padre manejaba negocios de extracción minera, fue coronel en el ejército de Vicente Guerrero y, en 1808, se casó con María Petrona Mori en la región de Ixtlán, Oaxaca.


Porfirio Díaz entró a la escuela a los 5 años. Aprendió a leer y a escribir. El padrino de Díaz era un obispo de renombre en Oaxaca y le recomendó a la señora Petrona que el joven Porfirio entrara al seminario cuanto antes. Así fue, Porfirio Díaz (el cruel dictador) ingresó al seminario Tridentino de Oaxaca. Aunque Dios nunca lo llamó para compartir su palabra enfundado como sacerdote, ahí aprendió teología, artes, latín, gramática, matemáticas, física, retórica, ontología, axiología y lógica. Porfirio Díaz fue un muchacho brillante, se dedicó a impartir clases de latín para ganarse unos cuantos pesos y así, poder ayudar en el mesón que administraba su madre (luego de la muerte de su padre).

Porfirio Díaz daba clases de latín a Guadalupe Pérez, hijo del reconocido licenciado Marcos Pérez, quien, al ver las aptitudes de Porfirio, decidió presentárselo al entonces Gobernador Juárez. Fue entonces (aunque sea una contradicción histórica) que Porfirio comenzó a admirar a Marcos Pérez y a Benito Juárez. Ante la impresión que le causó conocer al gobernador de Oaxaca, Porfirio cayó en cuenta de que la carrera eclesiástica no era su verdadera vocación, así que renunció al seminario y se inscribió en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca con el objetivo de estudiar Leyes. Cuando su padrino se enteró de que había dejado el seminario, le retiró el apoyo moral y económico. Porfirio se vio obligado a trabajar en las calles de Oaxaca; fue un hombre polifacético, se dedicó a todos los oficios (bolero, herrero, limpiador de armas, carpintero, bibliotecario del Instituto), más adelante llegaría a impartir cátedra en la facultad de Derecho en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, Benito Juárez sería su profesor de Derecho Civil y se convertiría en un alumno ejemplar en la materia de Derecho Romano.

Después de la Revolución de Ayutla en contra de Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz ayudó al Licenciado Marcos Pérez a hacer que Benito Juárez volviera del exilio que había decretado Santa Anna después de una riña política. Porfirio votó en contra de Antonio López de Santa Anna y, cuando éste se fue al exilio en Cuba, Juárez retomó su labor como gobernador del estado de Oaxaca.

El primer cargo político que tomaría Díaz fue el de comisionado político en la región de Ixtlán, durante el gobierno del Presidente provisional Juan N. Álvarez. Tiempo después, durante la presidencia de Ignacio Comonfort, Díaz le sería conferido el mando militar del Istmo de Tehuantepec, este sería el primer cargo militar que conllevaría a una carrera bien forjada.

Después de proclamar el Plan de La Noria contra Juárez en 1871 (acuñando la frase “Sufragio efectivo, no reelección”), Díaz llegó al poder en 1876; después de la Reforma juarista y de derrocar a quien, en su mocedad, veía como su ejemplo a seguir. Más tarde, siendo presidente, se casó Carmelita Romero Rubio (de 17 años), ésta le enseñó a hablar francés e inglés, lo instruyó en la cultura europea y norteamericana.

Lo cierto es que Porfirio Díaz siempre admiró a Benito Juárez; más allá de ser oriundo del mismo estado de la República (uno zapoteco y el otro mixteco) admiró la fortaleza de este personaje histórico para lograr la reconstrucción del país por medio de la promulgación y reformación de leyes. Díaz siempre presumió de ser un hombre fervientemente católico, pero, al igual que Juárez, fue masón y hombre de mente libre. 

Porfirio Díaz es un personaje de oro que la Historia de México lo ha hecho carbón. No se toman en cuenta los grandes logros realizados durante su larga administración. México, desde la Nueva España, fue un país cuya diversión y distracción se basaba únicamente en las plazas de toros y en las fiestas del santo patrono; Porfirio Díaz, siendo un hombre atlético, importó el deporte a nuestro país. Primero fueron los caballos, creó el hipódromo más importante de México, el Jockey Club (La Casa de los Azulejos, hoy Sanborns), después traería el cricket y, posteriormente, los mineros ingleses promoverían el futbol soccer en nuestro país. Los norteamericanos nos heredaron el gusto por el béisbol, específicamente en el norte de México.

Porfirio Díaz, de la mano de Justo Sierra, promovieron la educación como un conducto para el desarrollo social, en un país con el 85% de su población analfabeta. Durante el Porfiriato se apostó por la educación y se lograron grandes avances en ese sector. Los “científicos”, así denominados los políticos y funcionarios de Díaz, siguieron la filosofía de “educar para el progreso y la unidad nacional” de forma plausible. La educación en las zonas rurales se caracterizó por escuelas técnicas para hombres y mujeres, en donde se les enseñaba a leer y disciplinas sencillas que les servirían para laborar y hacer de aquellos “marginados” mexicanos útiles y de bien para el país.

En cuestiones económicas, Díaz ha sido el único presidente mexicano en lograr la paridad entre el peso y el dólar. Logró, junto a Ives Limantour, que grandes inversionistas extranjeros trajeran sus empresas a nuestro país. En el sector petrolero y siderúrgico, llegaron las compañías Shell (de Inglaterra) y Standart Oil (de Estados Unidos). Se promovió la minería para la extracción de oro y plata; México llegó a ser el país número cinco en la exportación de dichos minerales a todo el mundo. Unió a todo el país con más de diecinueve mil doscientos kilómetros de vías de ferrocarril, pues un pueblo que no está conectado, es un pueblo que no puede progresar. Los extranjeros veían a Porfirio Díaz como “el Salvador de México”, también veían en el país azteca una gran oportunidad para aprovechar los pastizales, los extensos campos y su mano de obra baratísima (los salarios eran una bicoca en comparación con lo que exigían los obreros en EE.UU.). Muchos economistas de la época determinaron que la estabilidad económica brilló durante el Porfiriato, mientras que la estabilidad social se fue por los suelos.

En materia militar el general formó un Ejército Nacional bien equipado y funcional.

En 1903 los hermanos Flores Magón comenzaron a conspirar en contra del dictador. Se fundaron diarios clandestinos en donde se tachaba a Díaz como un tirano déspota que tenía planeado morir en el trono. Porfirio Díaz estaba enterado de estas conspiraciones, pero él siguió con su labor de construir lo que los extranjeros llamaban “el París del hemisferio de occidente”. Díaz transformó la Ciudad de México en una ciudad moderna, limpia y, sobre todo, hermosa: arquitectos e ingenieros europeos llegaron a nuestro país para construir La Castañeda (Primer Psiquiátrico de México construido en el marco de los festejos del Centenario de la Independencia), la Oficina de Correos (estilo palacio veneciano), la Ópera de la Ciudad de México estilo francés (Bellas Artes), la Avenida Cinco de Mayo, la remodelación de la avenida principal de México, Reforma, al más estilo Campos Elíseos (aquel sueño de Maximiliano de Habsburgo). Díaz embelleció la ciudad para que el mundo viera en ella una pequeña Europa y no un gran país de Latinoamérica.

El error más grande que cometió Díaz fue no soltar las riendas del poder cuando era tiempo de hacerlo. Pero así es la historia de México: siempre será necesario crear villanos que pudieron ser héroes y héroes que creímos villanos.

En un comienzo, Porfirio Díaz se manifestó en contra de que el poder se concentrara en una sola persona y la reelección; la historia lo llevaría a reelegirse innumerables ocasiones hasta 1910. A Díaz se le atribuye la eliminación de la mayoría de sus adversarios y la persecución de quienes ejercían la libertad de expresión.

“Poca política y mucha administración” era el lema de Porfirio Díaz quien impuso, con mano dura, el orden para el buen funcionamiento del gobierno. El uso de la fuerza pública fue fundamental para mantener a raya a bandoleros y opositores, esto significó el desarrollo económico, aunque desigual, entre la población, quien comenzó a caer en cuenta que Díaz llevaba ya demasiado tiempo en el poder.

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